viernes, 28 de septiembre de 2012

Los Bebes Son Como Esponjas

Es cierto aquello de que los bebés son como esponjas. Cada día es un nuevo descubrimiento para ellos, y desde que nacen, su cerebro empieza a aprender a una velocidad impresionante. Aquí te cuento cómo aprenden los bebés y qué puedes hacer para estimular ese proceso con tu creatividad y amor. Desde que nacen y abren sus ojos al mundo, los bebés aprenden. Empiezan a descubrir nuevas sensaciones, sonidos, colores, sabores; sienten el amor, sienten la alegría; saben que cuando tienen hambre y lloran, mamá les da de comer; es el inicio de su viaje por la vida. Se sorprenden con cada cosa que ven y aunque cuando son muy pequeñitos no pueden hablar, ellos están procesando toda la información en su cerebro y cuando les hablas, entienden. Esos sonidos que parecen no tener sentido para los adultos, son su forma de comunicarse. Tarde o temprano, esos “Gaga, gugú” se van a convertir en palabras. Desde chiquitines los bebés pueden diferenciar caras y objetos. También saben diferenciar las voces de sus padres de las de otras personas. El tiempo que compartes cuando juegas con ellos es esencial, pues interactúan contigo y es entonces cuando más aprenden. Toma nota de cómo aprender jugando: - Usa tu cara y tu voz para hacer gestos y sonidos divertidos. - Haz movimientos, gestos y sonidos que tu bebé pueda imitar. Copia lo que tu bebé hace y luego invítalo a que lo vuelva a hacer. - Repíteles una y otra vez. Juega con ellos juegos repetitivos, pues de esa manera ellos practican hasta que entienden cómo funciona algo. - Léeles y cuéntales historias. Recuerda que a los bebés les encanta explorar y que su forma de hacerlo, es llevándose objetos a la boca. Ten cuidado y no dejes de vigilarlos. No te olvides que el descanso es esencial para tu bebé. Así que puedes intercalar actividades y juegos con siestas durante el día.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Los Niños con Maltrato Envejecen mas Pronto

El maltrato podría dejar marcas en el ADN. Así lo ha detectado un estudio reciente según el cual los niños que son víctimas de acoso y violencia tienen un desgaste en el ADN que se asocia normalmente con el envejecimiento. El maltrato familiar y la violencia infantil son preocupaciones sociales que parecen estar presentes en todas partes del mundo. La violencia es un gran problema en sí misma, y lo peor de todo es que no sólo queda en el recuerdo. Por el contrario, las cicatrices físicas y emocionales que provoca esta situación pueden perdurar toda la vida y, según un hallazgo reciente, hasta quedarían marcadas en el ADN de los niños que sufren el maltrato, no sólo en el hogar sino también por parte de sus compañeros de la escuela. Cómo se descubrió? Analizaron muestras del ADN de gemelos de más de mil familias, que habían sido tomadas a los 5 y 10 años de edad, y compararon la longitud (el largo) de los telómeros según tres tipos de violencia: entre la madre y su pareja, en los niños que son molestados por sus compañeros de edad similar, y en los que son maltratados por un adulto. Además, entrevistaron a las madres cuando los niños tenían 5, 7 y 10 años de edad, para crear un registro acumulativo de exposición a la violencia. Así, los científicos detectaron que los niños con antecedentes de dos o más tipos de exposición a la violencia tenían significativamente más pérdida en los telómeros que otros niños de su misma edad. Lo que sí ha dejado en claro es que, por primera vez, se ha demostrado que los telómeros pueden recortarse a una tasa más rápida a una edad verdaderamente temprana, mientras los niños aún experimentan estrés. La violencia familiar y el maltrato infantil es un problema que puede dejar marcas de por vida. Si crees que algún niño sufre maltratos, alerta a las autoridades (a la policía, a emergencia), o busca ayuda en alguna organización local para el bienestar infantil. Y si la violencia ocurre dentro de tu hogar, recuerda que la vida no tiene porque ser así y que eres tú quién más puede hacer para cambiar esa situación. No dejes de pedir ayuda profesional. Seguramente en la guía de tu ciudad encontrarás los datos de alguna asociación de protección familiar o a favor de los derechos de la mujer, que pueda ayudarte a terminar con la violencia y el maltrato domésticos, tan perjudicial para todos, pero especialmente los niños. Defiende su futuro y su salud mental y física

viernes, 14 de septiembre de 2012

Enfermedad Crónica Infantil

Una enfermedad crónica en un niño no le afecta sólo a él, sino también a toda la familia. Si tienes un hijo(a) en esas condiciones, no te queda otro remedio que “robarles” a ellos algún tiempo del que les pertenece para dedicárselo al niño enfermo. ¿Sabes cómo atender adecuadamente a las necesidades de todos? Estos niños necesitan un cuidado adicional y, para poder brindárselo, los padres les dedican menos atención a sus hijos saludables. Como consecuencia, éstos pueden sentirse abandonados. Y esa sensación de abandono aumenta el estrés que les causa vivir con un hermano enfermo. Por suerte, hay señales de alerta. Si ves que tus hijos saludables se muestran ansiosos, deprimidos, malhumorados o rebeldes, si pierden interés en sus amigos, en sus estudios o en actividades que antes disfrutaban, debes tomar medidas para ayudarlos a adaptarse a la situación familiar. Lo que sienten los hermanos saludables pueden tener estos sentimientos: - Sentimiento de culpa. - Temor. Se preocupan por el hermano enfermo. - Deseos de enfermarse. Paradójicamente, quisieran a veces enfermarse para convertirse así en el centro de la atención familiar. - Resentimiento. A menudo los niños sanos deben tomar responsabilidades en el hogar, que el hermano enfermo no puede asumir. Muchos resienten esas obligaciones adicionales… y a la vez se sienten culpables por ese resentimiento. - Rabietas, enfados o explosiones de mal humor. Ocurre en los niños pequeños, lo mismo en el hogar que en la escuela o en la consulta del médico. - Vergüenza. La sienten cuando los extraños miran con curiosidad al hermano(a), o cuando otros niños se burlan de él o ella porque luce, actúa o habla de modo diferente. No hay una técnica “correcta” o “equivocada” de lidiar con el problema, ya que hay muchos factores involucrados, como el tipo de enfermedad del niño, el curso que siga y los recursos con que cuentes. Pero la lucha de una familia ante una enfermedad crónica, y sus esfuerzos por superar el temor y la desesperación, hacen que desarrollen una resistencia, una creatividad y un vínculo muy estrecho, que no siempre existen en las familias que no tienen niños con enfermedades crónicas. Y a pesar de los problemas que se presentan, muchas veces los niños con enfermedades crónicas ejercen un efecto positivo sobre sus hermanos. Si sabes manejar la situación, lograrás que tus hijos tengan más empatía, paciencia y tolerancia con las demás personas, y un mayor sentido del amor y de la justicia. El vivir con un hermano enfermo los hace más comprensivos ante las desventajas que pueden enfrentar los demás. Además, como la enfermedad de un familiar tan allegado hace que maduren con rapidez, suelen tener más facilidad de palabra y una mejor interacción con los adultos que otros niños de su edad. Y ten fe. La familia es el núcleo más importante para el ser humano, en cualquier etapa de la vida. A pesar de una condición crónica de uno de sus miembros, tu familia puede hacerse más fuerte y más unida.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Protege los Ojos de tus Hijos del Sol

No sólo la piel necesita estar protegida de las radiaciones ultravioletas del sol. Los ojos también están expuestos y hasta son más sensibles por lo que pueden sufrir daños y lesiones, tanto a corto como a largo plazo. De ahí la importancia de que uses lentes para el sol. Las radiaciones ultravioletas del sol son las responsables del cáncer de la piel, por eso es tan importante que uses protector solar, aun en invierno y nublado. Del mismo modo, los rayos ultravioletas pueden dañar los ojos y provocar problemas permanentes en la vista, tanto a corto como a largo plazo. A largo plazo, las radiaciones pueden provocar cataratas (cuando el cristalino se pone opaco y la vista se vuelve borrosa), degeneración macular relacionada con la edad (una de las principales causas de ceguera en las personas mayores), una enfermedad que se conoce como “ojo del surfista” y es un crecimiento de tejido anormal dentro del ojo, que causa ardor e irritación) y hasta se puede desarrollar cáncer ocular. Para proteger los ojos del sol debes usar lentes con protección contra los rayos ultravioletas A y B (UVA y UVB). Y tal como ocurre con el protector solar para la piel, también es importante que uses los lentes de sol en invierno, sobre todo si estás en lugares en donde hay nieve. Los niños también deben cuidarse. Al igual que los adultos, los niños y los adolescentes que estarán expuestos a las radiaciones durante muchas horas también necesitan proteger sus ojos, y aún más. Por ejemplo, el cristalino de un niño es casi transparente hasta los 10 o 12 años. Y en el caso de los menores de 12 meses, hay que evitar exponerlos directamente al sol. Además, es muy importante que recuerdes que los lentes no son para jugar. Muchas veces los padres compran lentes porque son coloridos o porque tienen la imagen de algún personaje de película entretenido, pero estos productos no brindan ninguna protección a la vista (por el contrario, la ponen en peligro) Para brindar una buena protección, los lentes deben llegar a los 400 nanómetros (esta es una medida que es la mil millonésima parte de un metro). Esto puede ser verificado (comprobado) fácilmente con un aparato llamado uviómetro (un aparato para medir las radiaciones ultravioletas). Si tienes dudas, pídele a optometrista o a tu oftalmólogo que corrobore si los de tus niños y los tuyos tienen la protección correcta. Además, los lentes para los niños deben tener un buen sistema que los sujete y deben estar fabricados con materiales resistentes, como las lentes de policarbonato que no se rompen. A la hora de elegirlos, recuerda que no es necesario que sean lentes caros pero sí que te den garantías de calidad y de que en verdad te protegerán contra los rayos ultravioleta (UV) de ambos tipos (A y B).